Pocos saben esto, pero parte de los regalos que me dió haber encontrado el mundo de la charcutería fue la sensación de mejorar mi equilibrio con el universo.

No es noticia que vivimos en un mundo sobre estimulado. Redes sociales, mensajes de texto, música, podcasts, el "binge watch" de Netflix los domingos, tráfico, bocinas, los 95 grupos de WhatsApp que no paran nunca, e- mails, llamadas, el Tik Tok (aunque he de admitir que ese no lo he tocado aún), twitter, noticias, etc. etc. […] La estimulación causa adicción.

Tres notas hacen falta para formar un acorde. Tres convierten un sonido en armonía. En la música el 3 es un número mágico. Me encanta pensar cómo la suma de 3 frecuencias distintas crea agrado en nuestro oído.

Esta cita, muchas veces atribuída a MIles Davis (y es que

muchas cosas similares!) es una de mis favoritas. Si extrapolamos el silencio a otros artes, podemos pensar en espacio en blanco en artes gráficos, ausencia de movimiento más silencio en danza, una pantalla negra en cine... ¿Cómo representamos el espacio en blanco en cocina?

¿Ausencia de sabor?

¿Ausencia de textura?

El número en el contador de kilómetros va subiendo. Las canciones, una tras otra, van despertando recuerdos y llenando los silencios. El día avanza, las horas pasan y la vegetación va cambiando. Los rótulos al lado del camino te enseñan un poco de geografía y te ponen metas a corto plazo.

Dejar que el tiempo pase. Que las olas suban y las olas bajen. Que las fases de la luna pasen, una tras otra. Una tras otra. Los alimentos y las personas nos vemos transformados por el paso del tiempo. Madurar implica llegar a un punto de culminación en donde la calidad estará en su máximo esplendor.