Donde hubo fuego, cenizas quedan.

Pero también donde hubo fuego hubo buena comida. Aromas que nos recuerdan tanto a lo primitivo de nuestra alimentación. La gente se reunió. La gente cantó. La gente bebió.

Hubo baile. Hubo risas. Se formaron lazos. O se desataron cabos. Hubo tristeza. Sin importar qué, hubo sentimientos.

Celebrar la vida, reír. Recordar lo que te trajo, lo que te unió. El principio. La última

conversación, el último texto. Lo más memorable.

Hay un pasado. Hubo un presente. Hubo. La vida continúa. El espacio que se ocupó

quedará por siempre lleno. Así, lo efímero se convierte en eterno y lo minúsculo en

infinito...

En un día normal, ¿cuánto de lo que sucede está fuera de nuestro control? ¿Cuánto está bajo nuestro control? Si lo analizamos, realmente tenemos la capacidad de dirigir muy, pero muy poco de lo que ocurre.

Adaptabilidad, autenticidad, comunidad, conexión, contribución, creatividad, curiosidad, libertad, conocimiento, aprender, apertura, satisfacción personal, viajar, entendimiento, dependencia.

La improvisación es la base del progreso. El ser humano es adaptable por naturaleza y, en la mayor parte de casos, ha sido puramente resultado de nuestro actuar instintivo. Analizar los puntos que importantes de una situación y actuar en una fracción de segundo es una de las cosas que nos hace especiales. Si lo pensamos, es realmente impresionante. Tener la capacidad de, en menos tiempo del que me toma escribir una palabra, recibir información de los sentidos, analizarla, buscar dentro de nuestro archivo de experiencias una situación similar y reaccionar es algo que hacen doctores, bomberos y deportistas extremos pero también lo hacemos los seres humanos a diario.

Más de todo lo que es bueno.