sal.gt#46 - El Choc

La receta de choc de mi abuelo tenía 24 ingredientes, según su última versión. Le encantaba enumerarlos mientras te servía un plato de esta sopa espesa de arroz. Se le conoce a nivel mundial con "rice congee" y en mi familia solía ser uno de los platillos más reconfortantes. El congee es espeso, con la textura del mosh. Arroz hervido por largo tiempo, muchas veces con poco sabor agregado, a veces con muchas cosas. Se suele también servir con ingredientes al lado para que los agregues conforme lo desees.

Dentro de los ingredientes de la receta de mi abuelo recuerdo obviamente el arroz, jengibre, cebollín, albóndigas de carne, base de sopa de pollo, polvo cinco especias, aceite de ajonjolí y algo de salsa soya. Como buen abuelo, nunca buscó usar los ingredientes más finos, más bien lo que hubiera disponible y le recordara a su infancia. Cuando la preparaba, íbamos diligentes por un plato y lo comíamos mientras nos contaba ya sea la historia del choc o alguna de sus incontables aventuras más. No se sentaba en la mesa con nosotros, más bien se contentaba de servir y hablar. Era un contador de historias.

El abuelo nació en Cantón y vino de China muy pequeño. Habrá tenido alrededor de 10 años según recuerdo. Vino con su madre y casi todos sus hermanos en la década de los 30. Tuvo una vida muy occidental sin dejar de lado sus tradiciones. Su principal pasión siempre fue la pesca, aunque más tarde en la vida le tomó cariño a otras cosas como el jade y la joyería que se prepara con él. Ávido jugador de lotería, pocas veces ganó algo pero nunca perdió la esperanza.

De niño, le prestaba poca atención a estas historias. Conforme fui creciendo, la frecuencia con la que preparaba choc fue bajando, mientras que la vida diaria me quitaba la oportunidad de ir cuando lo hacía; sin embargo, recuerdo perfectamente el sabor y la textura. La sopa era servida calientísima y al ser tan espesa, era necesario soplar y soplar para probarla sin quemarse. El gusto al almidón del arroz, a las especias y a la albóndiga que, cuando tenías suerte, tenía un trozo grande de jengibre dentro.

Algunos le llaman “comfort food” o “comida para el alma” a todos estos platillos que recuerdan a casa y que abrazan al probarlos. Generalmente no es comida que se encuentre en los mejores restaurantes y mucho menos sea sujeto de montajes artísticos, sin embargo, todos la añoramos de alguna manera.

El abuelo dejó de estar con nosotros este mes.

No sé si alguien de mi familia guardó la receta y, honestamente, no me interesaría tenerla. Nunca la prepararía con el mismo amor que él lo hacía. Probablemente trataría de sustituir algún ingrediente por alguno de mayor valor gastronómico. Mi técnica sería distinta, las condiciones también y seguramente nunca saldría igual. Definitivamente no la comería en esa mesa de madera tenuemente iluminada mientras escucho las incesantes historias. Algunas cosas quedan mejor siendo efímeras y el valor del recuerdo es mucho más importante.

¿Qué me queda si ya no habrá otro plato de choc igual? Disfrutar todas esas comidas que preparan quienes aún están y estarán con nosotros. Escuchar las historias que hay detrás de ellos y grabar bien las memorias, que serán las que me acompañarán por el resto de mi vida. Y finalmente, tener una receta propia por la que me recuerden.

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