sal.gt#30 Sueño con panqueques
Nada dice desayuno como ese recuerdo que queda cuando despiertas y te espera algo recién preparado un domingo por la mañana.
Lo primero en llegar siempre es el aroma a café. Tostado, ligeramente ácido, con esa inyección de energía que trae la cafeína desde el momento en que una o dos de sus moléculas, arrastradas por el vapor, toca tus células del olfato.
Escuchas el sonido de una salchicha brincando sobre aceite caliente y que complementa las notas aromáticas de salvia y jengibre. Estas despiertan el recuerdo de cuando de niño pasabas con tus padres por unos famosos muffins de salchicha y huevo.
Luego, viene el tocino. Aroma a grasa y azúcares quemados que complementan el ahumado, siempre predominante y más metiche que la señora de la esquina.
Cuando aún no has terminado de disfrutar ese perfume, te llega el aroma dulce de mantequilla que se derrite sobre la plancha. Te imaginas las burbujas. Su color pasa de amarillo pálido a esas notas marrón que dicen que ha llegado el momento que la masa del panqueque bese el metal caliente. Es hora de que la harina tostándose llegue a tu nariz.
Segundos después, regresa el aroma mantequilla fundiendo, pero en esta ocasión se complementa con la fragancia de albúmina dorada que solo puede provenir de la clara de unos buenos huevos estrellados.
Terminas de despertar, llegas a la mesa y ves todo lo que te habías imaginado. Súmale bagels recién tostados, calientitos, con queso crema y pescado ahumado. Yogur con granola y un vaso de jugo de naranja recién exprimido.
En nuestra rutina diaria, el desayuno no es un sueño. Pero desayunos así conforman el mejor de los sueños.
¿Ya te imaginaste esa mesa? Permítenos acompañarte a prepararla.